En la memoria de Iñaqui Alonso
CARTA ABIERTA DE MIGUEL FLORES
Los lazos de la memoria se atan de por vida. Los flecos de los recuerdos se mezclan, de tal manera, que como latigazos, sacuden esos instantes atrapados en la retina de los que todos con él nos cruzamos.
Comienzo difícil para pensar en una difícil situación.
Cuando todo tu mundo se tambalea, haciendo extraña tu existencia. Cuando en esa existencia se crean huecos irremplazables, que ninguna otra persona podrá ya nunca rellenar. Son en esas situaciones en las que notas una ligera calidez de todas las personas que como tu, se cruzaron en su camino. Sientes pena, odio, indignación y hasta culpa, es normal. Todo pasara, todos nos cruzaremos y nos encontraremos en esos mundos de los recuerdos, buenos o malos, mundos lejanos de la memoria y afecto.
Es la vida, o tal vez el destino, solo eso interesa a los religiosos de los que siempre estuvo lo mas lejos posible. Lejos de todas esas personas e ideas que esperan agazapadas y a la espera, de tiempos propicios para poder saltar sobre sus victimas.
Cerca de aquellos que, encogidos por miedos, incertidumbres y miedos, fueron convencidos por la razón mas aplastante del mundo: pensar por uno mismo.
Fuertes convicciones siempre le ataron a la vida, fuertes afectos, cariños y amores. Siempre dispuesto, como pocos en este mundo y en los siguientes, siempre preparado para saludar a la que no descansa.
Incansable montañero, con rémoras en el corazón, que siempre tiraban hacia abajo, haciendo mas pesada la carga de la vida.
Sonriente alma que vaga en los recuerdos, en la memoria de tus hijos, tu mujer y amigos, docente ejemplar que mostró el mundo a los niños, por fuentes y praderas, por bosques y caminos.
Caminos que abrió en todos nosotros, veredas que pisó en idas y venidas por esta vida en la que solo él, hoy está y mañana estará, en el recuerdo de toda memoria. Luego nos veremos Iñaqui, luego.
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