Candelario, herencia astur Batipuertas y un pegoyu de Noreña
Articulo publicado en La Nueva España escrito por Carlos cuesta
Candelario es una población salmantina amarrada a la sierra de su mismo nombre, en las estribaciones de Gredos. Su típica arquitectura, donde la piedra, la madera y la forja son su pilar, sus empinadas calles, sus rincones, sus tradiciones y sus gentes, se han fusionado para transformarse en una localidad que en 1975 fue declarada Conjunto Histórico- Artístico. Y en este lugar, la herencia asturiana está presente en sus moradores, que profesan un amor y un especial interés hacia todo lo asturiano. No en balde, y en tiempos de la Reconquista, muchos astures con el ánimo de repoblar las tierras castellanas dirigieron sus pasos hacia estos contornos de la vía de la plata. La concejala de Cultura de Candelario, Ana María Carrón, repasa la historia pasada. «Asturias está en nuestro corazón», afirma. La Reconquista española dejó un rastro asturiano que ha marcado indefectiblemente a este pueblo serrano y se observa tímidamente en los apellidos con «z» que pueblan la zona.
«En tiempos de Alfonso VIII, hacia 1180, había participado en la conquista y posterior repoblación de Béjar un hidalgo asturiano llamado Pelayo Fernández, de donde trajo gentes y vaquerizos. No es de extrañar que muchos de estos pastores del duque de Béjar encontraran en estas laderas un medio vital muy parecido a su Asturias natal, y asimismo un entorno propicio para su labor pecuaria, fijando aquí sus rebaños, donde formaron un núcleo de población. Este primer asentamiento ocuparía el lugar conocido como Barrio Somero a las afueras de la actual población. Una riada debió de destruirlo y sus habitantes decidieron buscar un emplazamiento más seguro en el lugar que ahora ocupa la Villa. Del primer asentamiento se menciona en algún escrito antiguo y se han encontrado restos que podrían confirmar esta hipótesis», señala la concejala.
Si antaño este lugar albergaba más de cien fábricas de embutidos, actualmente sólo queda una factoría que representa fielmente lo que significó esta industria de la chacina. Ahora es el sector servicios el que tira de la economía de Candelario. Sus monumentos, como la iglesia de la Asunción, con su notable artesonado mudéjar, su barrio judío, su atractivo entramado urbano y el conjunto de fuentes repartidas por todo el perímetro del pueblo, conforman un reclamo que atrae a lo largo del año a infinidad de viajeros y turistas.
Las regaderas son un elemento singular de este pueblo. Se trata de una especie de pequeños canales que cruzan toda la localidad desde lo alto de la villa hasta su parte más baja. Estas regaderas que adornan las callejas de la localidad sirven para el riego de las huertas cercanas y tuvieron la utilidad de arrastrar los despojos y la sangre del gorrino en época de matanza. Las aguas proceden de los manantiales y del deshielo de la sierra próxima. Las regaderas reflejan un estilo de vida de unos habitantes sujetos a las hostilidades del medio y que con imaginación construyeron elementos domésticos y populares que han dado estilo y carácter al pueblo.
Y la referencia asturiana está en los habitantes de esta villa castellana, que siempre que hablan del Principado es para alabar sus costumbres y su manera de ser.
Las llamadas batipuertas son uno de los elementos arquitectónicos característicos de Candelario. Se trata de una especie de puerta situada delante de la entrada principal de las casas con una doble función: impedir que la nieve y el agua entraran en el hogar y, durante la época de matanza, servir de resguardo al matarife antes de que diera muerte a los animales atados a las argollas junto a la batipuerta. Candelario, famosa por sus embutidos, está hermanada con Noreña. En el parque local, un pegoyu de hórreo -en la fotografía de la derecha- simboliza el hermanamiento, con una mención a la fundación de Candelario por pastores asturianos.
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